Serie de cuatro poemas, Tormentos, incluidos en Diario de los días en que nací y morí.
I.-
que vomita, me desgarra.
Una cicatriz que me empapa e inunda,
que no tiene piedad,
me atosiga.
En mi ausencia me hiere, me escudriña,
no tiene piedad.
A cada recuerdo mi piel se hiela.
A cada olvido mi sangre hierve,
y mi exilio no tiene excusa, me evado.¡Tormento! Deseo la fusta a un mal pensamiento.
El charco de mis recuerdosque no lo puedo disipar
motivo de mi ausenciaque no tiene piedad.
II.-
Loco de amor yace en el pensamiento
vagando constantemente en las pasiones.
Errante y solitario, capaz de todo.Esperando que el cristal le brinde soluciones.
Enfermedad maldita, traicionera,
enfermedad falsa.
Seductora y suspicaz, maligna,
envuelta en saña.No te acerques, no me tientes,
ancestral, primera,
cargada de historia, convaleciente.
Pudor cegado en paños, vivero de dolor.
Atormentado escapo a mi destino,
por momentos. Escucho, invoco,
me siento, me quitan mis lamentos.Y mi destierro, próximo espero.
III.-
que emana verdades disfrazadas.
Subiendo al crepúsculo
tiempos de tormenta venerada.Evoco la odisea personal
que por mucho subestimo,
quizás no se detenga
ni siquiera le de tiempo de mirar.
En el momento final, un derrumbe,
un caos, la hecatombe.
Vuelta a empezar, de nuevo, otra vez.
Otra locura, enajenado, enfermo, otra vez.
Las cenizas me alimentan. Nuevo gérmen,
heredero de mi pasado, extraño de mi,
que en mi me llevo, y a mi me vuelvo.
Tiempos de tormenta venerada,
un punto de llegada,
algo más que un destino,
se supone, quizás un hechizo.
No se sabe de que, escapo, huyo,
vuelvo la mirada y la luz me ciega
me reclama, y no quiero.
IV.-
Tormenta de cristal cernícalo que se bate en picado
como testimonio de lo ocurrido,
silenciosa y fugaz como la niebla repentina
que espesa y perturba la visión.
Ajeno a mi acción procuro,
mas no puedo.
Debate final que se yergue sobre el silencio,
el olvido.
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