miércoles, 30 de julio de 2014

Aconteció en El Hierro

Hace treinta años que se sacaron estas fotos y fueron escritos estos poemas. Una semana santa que visité El Hierro y lo pateé. Una época; preciosa, difícil, angustiosa, loca.
Poemas pertenecientes a "Diario de los días en que nací y morí" de Manuel Torres.

Con los pies por delante.-
I.-
Tras la noche en el viento
con rumbo al misterio,
en la cercana y olvidada isla
que teme a la muerte,
fiel
a mi destino cumplo.
Y sea quizás por el tiempo de los tiempos
en los que la vieja llamada de la vida,
con enfermas gotas de pasión
y recuerdos de textura gris,
me pone pies de plomo.
No deseo marchar, quedar
por tiempo indefinido
un poco más.
Ciudad tranquila con vientos de mar,
una alfombra de hojas que deseo pisar;
del árbol viene la fresca locura
la indispensable alegría que brinda la huida.
Que fuertes raices de historia y cariño
me atan con suerte,
con principio y mimo.

II.-
Entre la lava y el mar
conjugando el placer
de la insólita soledad,
me he visto con locura
frente al camino
sabiendo cual no era
y cual quisiera.
No tengo más remedio
que aceptar con precisa indecisión
ascender desde el abismo
o sepultado
morir en la arena más occidental.

III.-
No importa que el viento bata en mi cara
con profunda suavidad,
no importa que incida el Sol
en mi piel de tizón.
Importa la sensación
que me produce el pensar,
cuando me baña el alma entre sus brazos,
que irremediablemente me ama.

IV.-
Curado de todo mal
para el futuro poder
llegar a enfrentar
con suerte y dignidad,
la autopsia revela amor.
Imaginación doble para conquistar
el punto neurálgico de la quietud,
es más, no tenemos conciencia de la sinrazón,
no tenemos dolor para la paz.
Resbalamos en una conciencia ajena
cuya despreocupación no tiene limites.
Escapo a la sabiduría más siniestra
porque de ella no concibo
terribles
y dolorasas,
y mágicas
concepciones de una vida
completa, feliz y desgarradora.
Estudio para no saber
que huyo
de lo que pretendo ser.

V.-
Que paz y sosiego,
que contradicción como armas
para una vida de lujo,
de humildad, de bestias
para la humanidad.
Tengamos un ruido metálico
que a ciudad y amistad,
tengamos un vago recuerdo.
Construyamos un ciclón
que destroce con un silbido dulce
toda una obra, una vida,
una inmensa mayoría
de inútiles fantasías
que vagan constantemente
entre una luz pobre
y un atardecer frío,
con Sol, en silencio
para demostrar que estoy aquí.
Vivo y queriendo
que todos los recuerdos
me lleguen en un momento.
Y mentiras, olvidarlos ya conseguía.
No pudiendo mantenerlos
en mi mente de hombre tierno.
Y yo paso por eso.
Consigo en un momento
que la tierra y el cielo
se comulguen en silencio.
Y tanta paz y tanta quietud
para mí sólo,
rodeado de tanta bestia
que comprende que el mundo
no da tantas vueltas.
Y quiera por un momento
que sepa como la memoria,
que olvido y sigo vivo,

que quiero y estoy contento.